El tiempo vuela y este postizo cónclave de Riad, trufado de hologramas, turbantes y millones, subraya el cambio de era que se barruntaba desde hace un par de años y que retrata a las claras el nuevo orden de la actualidad: Jannik Sinner y Carlos Alcaraz por un lado, a lo suyo la pareja, el veterano Novak Djokovic incomodándoles con ese orgullo legendario y el resto de los jugadores, prácticamente todos los demás, varios mundos por detrás. Digno contendiente el ruso Daniil Medvedev, apeado en la apertura del miércoles, pero muy fuera de sitio el danés Holger Rune porque su nivel de hoy verdaderamente no le alcanza para figurar entre estos reyes del desierto, que reza el cartel publicitario. Y al margen de todos, en ese inevitable limbo que se ha perfilado, apura los días Rafael Nadal, todavía presente y a poco más de un mes de sellar su andadura profesional, toda una vida raqueta en mano.Antes del adiós en la Copa Davis en Málaga, el mallorquín (38 años) desfila por penúltima vez y sus raquetazos desprenden un aire nostálgico, conduciendo de manera inevitable hacia aquellos otros tiempos en los que era él el que arrollaba, el que cabalgaba, el que despedía unos pelotazos diabólicos que atemorizaban y acorralaban al de enfrente. Lógicamente, ya no es así. La mecha se agota y por mucho que el cartel ofreciera un luminoso cruce con Alcaraz, el último cara a cara entre ambos, el desequilibrio se hizo patente enseguida (doble 6-3, en 1h 17m). Sin la necesidad de forzar, el murciano (21) se apropió del duelo y reforzó la idea que había plasmado en el turno anterior Sinner, incidiendo en esa nueva jerarquía y el paso definitivo de página, por más que Djokovic —rendido por el italiano con un 6-2, 6-7(0) y 6-4— continúe revolviéndose con grandeza.Más informaciónTermina un ciclo e irremediablemente se abre otro. Entretanto, pese al formato amable del encuentro Nadal intentó hacer acopio de una serie de estímulos que a buen seguro necesitará para esa cita de la Davis, teniendo en cuenta que no compite desde finales de julio y que lo ha hecho a sorbos esta temporada; 19 partidos oficiales en siete torneos, la gran mayoría de ellos condicionado por su físico. Lógica, pues, la disfunción de este choque con Alcaraz, la espesura de esa mente —“mal inicio de partido”, describía su preparador, Carlos Moyà— y la activación tardía de esa carrocería pesada y tan lastimada. El mayor o menor ritmo que podía haber adquirido el mallorquín durante el tramo veraniego se ha esfumado y se trata ahora de recuperarlo a la carrera, aunque sea en ensayos exóticos e insustanciales —más allá de lo económico— como este de Riad.Extraño todo. Se hace raro eso de ver a Nadal lejos de ese Nadal que se rebelaba ante cualquier circunstancia, aceptando que hoy por hoy está un buen puñado de marchas por debajo de su versión ideal; y raro es también el paisaje de este tenis de hoy, donde las túnicas tiñen de blanco las gradas y en una noche de octubre se mira hacia la pista de Arabia Saudí. Nuevos vientos en el deporte y también sobre la pista, donde los cohetes que ahora vuelan son los de Sinner y Alcaraz. Elegante el de El Palmar en la victoria y la disposición, sabiendo que para uno y otro el pulso no dejaba de ser más que una mera preparación de cara a lo que se avecina, a esa fiesta de despedida del próximo mes en Málaga (19 a 24). Para entonces, el balear intentará reactivar esas piernas penalizadas por la inactividad y las interrupciones, confiado en disponer de un último chute de épica.El sábado, más rodaje para él ante un viejo adversario y de sobra conocido, Nole, en un último careo precedido de un desnivelado duelo en los Juegos Olímpicos de París. En todo caso, una buena oportunidad para incrementar unos biorritmos competitivos que hoy están bajos. Y un penúltimo regalo para el aficionado. “Cada día supone una oportunidad para mejorar e intentar listo para el último torneo de mi carrera”, dice Nadal, inclinado mansamente en 77 minutos, frío de entrada —ocho puntos sucesivos para Alcaraz— y progresivamente mejorado conforme transcurrió la acción. En todo caso, sin posibilidades frente a un joven que ahora encarna toda esa frescura y ese vigor de sus inicios. Se consolida el cambio histórico de guardia y, cosas del presente, el desierto escenifica el relevo.Mucho han cambiado las cosas desde aquella primera vez, cuando Nadal marcaba terreno ante quien, teóricamente, iba a ser el sucesor. Esa tarde, en la Caja Mágica de Madrid, la musculatura abdominal del muchacho, que cumplía precisamente 18 años, pagó el precio de la tensión y la voluminosa dimensión del mito, que solo le concedió tres juegos. Al año siguiente, 2022, el segundo duelo ya insinuó un giro significativo; el viento hizo diabluras en Indian Wells y el mallorquín tuvo que recurrir a todo su oficio para rendir finalmente a un polvorilla que de tanto exigirle en los peloteos, terminó haciendo mella su físico. Y mes y medio después, la sospecha de que algo grande estaba naciendo se hacía realidad con la victoria estelar que firmó el murciano en la arena madrileña, testigo de un relevo histórico.Este jueves, es Riad la que marca el definitivo punto de giro: dos gigantes se batirán por el consuelo y los dos últimos diamantes por la victoria final; acompañada, no es dato menor, por un cheque de 5,5 millones de euros.RESULTADOS Y PROGRAMAJueves 17 de octubre.
Jannik Sinner, 6-x y 6-x a Novak Djokovic.
Carlos Alcaraz, doble 6-3 a Rafael Nadal.
Sábado 19 de octubre.
18:30: tercer y cuarto puesto. Djokovic-Nadal.
A continuación: final. Sinner-Alcaraz.
Premios y recinto.
Cada jugador percibe 1,3 millones de euros únicamente por saltar a la pista y el vencedor ingresará 5,5, en el reparto más alto hecho en la historia del tenis.
The Venue. Con capacidad para 8.000 espectadores.