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El pasado viernes, Netflix estrenó nuestra película documental #SeAcabó: Diario de las Campeonas. Desde el primer día asumimos que contar esta historia no sería solo cuestión de producir otro documental deportivo más. Porque en un mercado donde circulan casi 4.000 títulos deportivos, algunos podrían preguntarse: ¿realmente era necesario uno más?Definitivamente sí. Y la decisión fue rápida. No pudimos evitar esa llamada entre nosotros al final de la asamblea de la RFEF, con el “no voy a dimitir” de Rubiales arramblando con las ilusiones de cambio nacidas en las jornadas anteriores. Y claro, lo que vino después fue otra ola, esta vez en forma de sentencia definitiva, insuflada de indignación y emitida por el heterogéneo grupo de las futbolistas, que se convirtieron por fin en piña y cuyo mensaje resonó en todos los estamentos e instituciones hasta provocar una dimisión y el inicio de una transformación que, desde hacía tiempo, era ineludible.Ahí, con la decisión de ir adelante, empezó el partido para nosotros. La producción también es un deporte, un deporte de riesgo; esto ya lo sabemos, no somos nuevos. Pero sacar a la luz #SeAcabó: Diario de las Campeonas ha puesto en juego nuestra experiencia, paciencia y resistencia durante los casi 15 meses que ha durado la producción.Como productores de la obra, nuestra misión ha sido apoyar la brillante labor de dirección de Joanna Pardos y, principalmente, dar todo el soporte de financiación, comercialización y producción necesario para llevar a buen puerto la creación de una obra audiovisual relevante, un lugar donde las jugadoras han hablado juntas por primera y, probablemente, última vez, sobre todo lo que pasó.Más informaciónTodo empezó con la tremenda competición en la que nos vimos inmersos el pasado otoño, hace ahora un año, junto a más de una veintena de grandes productoras españolas e internacionales por obtener los derechos de las futbolistas y poder contar esta historia. Era el tema del momento, el tema más relevante del deporte español en décadas y todas esas productoras querían hacerlo. Esto ocasionó una tensa carrera tras las deportistas, sus representantes y su entorno, para seducirlas con proyectos a medida, con sugerentes propuestas que incluían grandes nombres internacionales o improcedentes remuneraciones a cambio de su relato y su imagen.Al final lo logramos, fuimos nosotros los que creamos el planteamiento más acertado y completo y los elegidos por Netflix para hacerlo realidad, menuda responsabilidad.Lo curioso es que a pesar de que, como decimos, eran muchos los que querían contar esta historia; otros muchos querían que no se contara, o que no se contara así. Es fácil imaginar que el ecosistema de jugadoras, familiares, clubes y la propia Federación tenían opiniones y objetivos divergentes. Algunas jugadoras sentían miedo de ver limitada su carrera deportiva y rechazaron nuestra invitación. Incluso una nos canceló la entrevista la misma mañana que estaba prevista, aunque luego terminó participando, buena noticia para todos. Recibimos presiones para limitar nuestra libertad creativa, censura en el marco de las entrevistas, llamadas a la reconsideración del proyecto…Pero nuestro propósito ha sido firme desde el principio: dar voz a la historia de las jugadoras, creando una obra audiovisual de calidad que pueda ser distribuida globalmente y compensar así una comunicación incompleta e inconexa por parte de las campeonas sobre los sucesos del pasado año.El documental relata, a través de la visión de las jugadoras, no solo el Mundial y lo que pasó después, sino que vuelve la mirada a la raíz del problema, a los años y años de falta de consideración y respeto hacia el fútbol femenino. Y lo hace desde la perspectiva de las protagonistas, situándolas como testigos de su propia historia, narradoras de su propio diario.Durante el camino hubo, como en muchas otras producciones, otra multitud de obstáculos. La idea inicial era una serie documental de tres episodios pero, posteriormente, se decidió concentrar la historia en una película unitaria de unos 90 minutos. Esto supuso un traspié en términos de estructura, que añadió dificultad a la labor de guion, desarrollo y producción y, como no, también tuvo impacto en las cuentas del proyecto.Luego llegó el anuncio del estreno, apenas un mes antes de éste. Y con él otra avalancha de barro, la de las críticas negativas a una obra sin estrenar. Rechazo y voces de gente indignada sin escuchar, cabreada permanentemente. Y llega también nuestra sorpresa, nuestro desencanto ante la contemplación de una sociedad polarizada y sorda, digitalmente parapetada en posiciones enfrentadas irreflexivamente, cómodamente manipulada y dividida por unos políticos que se alimentan de la división que propician.Pero ahora la peli ya está en el aire, ahora es la audiencia la que puede decidir verla o no, dando así el veredicto final que pone a cualquier obra frente al espejo de sus datos, de su propia realidad y trascendencia. Ahora sí que nos gusta ver, desde nuestra impotencia de pequeños productores, al público opinar y contribuir, con sus stories, comentarios o likes, a alimentar o destruir la más veloz de las plagas.Y llegamos a la meta. Un espacio un poco vacío dónde nos gusta pensar que el documental lleva la voz de las protagonistas en una emotiva película que empaqueta la historia y conduce al espectador hacia una conclusión definitiva, por encima de prejuicios, y es que esto no es otro maldito documental de deporte, sino que, al final de todo, como dice Alejandro Requeijo, ellas tenían razón.

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