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Un niño de siete años ha muerto y su hermana, de ocho, está al borde de la muerte cerebral por una presunta infección de rabia debida a la mordida de un murciélago en Oaxaca, una tragedia rural que no deja de sembrar dudas sobre la atención médica que se presta en estas zonas aisladas de México donde la pobreza y la desinformación hacen estragos. Una enfermedad fácil de controlar se ha convertido en pobres justificaciones y críticas al sistema médico. El Gobierno del Estado ha iniciado una investigación para determinar posibles negligencias en la atención sanitaria, pero el primer culpable parece ser el lugar donde ha ocurrido todo, según la respuesta de las autoridades desde que se conociera el brote a principios de la semana. Palo de Lima, un municipio de San Lorenzo Texmelucan, es la excusa que se señala para la tardanza de los cuidados de emergencia, al tratarse de una comunidad “de extrema marginalidad”. Expertos consultados por este diario subrayan el sesgo en la información de las autoridades y ven “preocupante” que no hubiera una pronta atención.La directora del hospital de la capital oaxaqueña donde fueron ingresados los menores, Concepción Rocío Arias, repitió este miércoles ante los medios locales el argumento de la tardanza en la respuesta médica. “Las primeras seis horas son las que marcan la diferencia entre la vida y la muerte. A estos menores no se les brindó la atención médica o en su caso, no acudieron a recibir la profilaxis, que es la aplicación de la vacuna antirrábica”. El ataque de murciélago ocurrió el 1 de diciembre. Los niños, según el relato de las autoridades, fueron hospitalizados el día 24, por lo que el lapso de tiempo fue superior a 20 días.“Lo que no me gusta como epidemiólogo es que lo primero que dicen es que se trataba de personas que están en extrema pobreza o extrema vulnerabilidad. No tendríamos por qué diferenciar la salud de una población si está en extrema o no. Tenemos la obligación de acercar los servicios sanitarios a cualquier parte de nuestra República”, afirma el epidemiólogo Adrián Sosa en una videollamada. El experto cree que muchos de los argumentos dados por las autoridades dirigían la mirada a una falta de atención temprana. “O no fueron atendidos, o les atendieron pero no pensaron en esta enfermedad. También puede ser que en el lugar no hubieran vacunas, lo que supondría que el sistema no está preparado”, afirma.San Lorenzo Texmelucan es un municipio de la sierra sur de Oaxaca, a unos 100 kilómetros de la capital. Se desconoce si los menores recibieron cuidados médicos antes de su ingreso hospitalario, lo que despierta aún más preguntas sobre la falta de recursos en las zonas más abandonadas de México. “Tardaron 20 días en acudir a una clínica, cuando lo hicieron los síntomas eran muy evidentes y de ahí ya no hay forma de hacer mucho por ellos”, añadió la directora del hospital.El epidemiólogo Adrián Sosa hizo su servicio social (como conoce al último año de la carrera) en un lugar “de extrema pobreza” y considera que, pese a todo, hubo tiempo para actuar. “Eso no nos impide hacer una llamada telefónica y decir que se tiene un paciente con sospecha de rabia o que está en riesgo y lo mandan a la clínica, porque ha habido días para poder hacerlo”, añade.La rabia es una zoonosis, un término definido en 1956 por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para referirse a una enfermedad que, de manera natural, se transmite de animales vertebrados al hombre, una definición que fue evolucionando. La aplicación de millones de vacunas antirrábicas en perros y gatos ayudó a que las infecciones en estos animales se redujeran de 9.049 en 1990 a no tener ningún reporte positivo en perros en 2018 y 2019, según la Secretaría de Salud. En 2019, la OMS reconoció a México como el primer país en eliminar las defunciones de personas por rabia transmitida por perros.A pesar de ello, como destaca Sosa, la infección de la enfermedad puede llegar por los animales silvestres o salvajes. En México, entre 2010 y 2019 se registraron 13 muertes relacionadas con la rabia transmitida por animales salvajes: 10 relacionadas con el ataque de murciélagos, dos por zorrillos (también conocidos como mofetas) y una por zorro gris. El pasado 20 de diciembre, una mujer de 29 años previamente atacada por un gato “semidoméstico”, como lo definió el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, fue hospitalizada grave.Alejandro Macías, infectólogo y catedrático de la Universidad de Guanajuato, cuenta que la posible infección de los tres menores por un mordisco de murciélago le pareció “muy rara”. “Generalmente, no suele haber tantos casos ligados”, afirma. Macías asegura que la transmisión de la rabia por animales salvajes se considera “de baja incidencia” y “esporádica”. Sosa tuvo la misma opinión en un primer momento, aunque, como cuenta, las informaciones que relataban que los tres niños se encontraban en la misma habitación relativizaron la explicación.El epidemiólogo afirma que el brote ocurrido en Oaxaca no debe ser objeto de “alerta sanitaria”, ya que el término supondría que existe “un impacto en la salud pública o en una población determinada”. “Después de este brote, las autoridades de salud animal de nuestro país, Senasica [Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria], tendrían que replantearse la búsqueda del virus rábico en las poblaciones de murciélagos. Desconozco si lo están haciendo”, concluye.Mientras los médicos se encuentran concernidos por la atención sanitaria en este caso, las autoridades acuden a investigaciones y buscan respuestas para clarificar cómo una infección llevó a provocar la muerte de un niño y a que su hermana mayor se encuentre en extrema gravedad, intubada y al borde de una muerte cerebral.Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS México y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este país

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