En 1974, Daniel Cossío Villegas publicó ‘El estilo personal de gobernar’, donde hablaba de que la intolerancia hacia las críticas que se hacen al gobierno (bajo la tesis de todo se critica y nada se alaba) puede conducir a la persecución y represión.Evidentemente eran otros tiempos, pero desde hace justo 50 años, mucho se remonta a lograr una comunicación efectiva.Después de que terminara el doloroso sexenio de Andrés Manuel López Obrador, Claudia Sheinbaum tenía el gran reto de marcar su propio estilo, separarse de la omnipresencia de su antecesor y definir su propia voz, sin embargo, no se alejó del reflector de las mañaneras.Por supuesto que hay diferencias. No solo de preparación, estilo y capacidad, la ‘Mañanera del pueblo’, como se llama ahora, tiene una serie de reglas que al menos en un inicio, buscan lograr esa forma de gobernar a través de un micrófono y una cámara de televisión.Además del orden, los comunicadores presentes no pueden usar el micrófono más de 5 minutos, no pueden tocar temas personales, ni mostrar hojas, cartas, documentos, etc., tampoco comer o tomar café o levantar el celular para tomar una fotografía. De hecho, existe un lineamiento de 18 puntos donde se establece ese orden.En un horario más reducido, la presidenta suele ser más breve y concisa, delegando en sus colaboradores diferentes secciones, aunque con una gran diferencia. No ha habido ataques personales, exhibiciones o francas violaciones a la ley y datos personales como hizo por seis años López Obrador contra quienes lo cuestionaban o simplemente no lo alababan.Desde antes de 2018, el estilo de AMLO fue de hacer de la polarización una estrategia política y con declaraciones que en su momento parecían alarmistas y sin fundamento, muchos lo creyeron y salieron a votar por “la esperanza de México” y por una retórica de primero los pobres, nada de privilegios y cero corrupción.Las mañaneras de López Obrador fueron un golpe de realidad para pintarlo tal cual es y para muchos se desdibujaba esa imagen que vendió en campaña.Cada mañana de dos a cuatro horas con la misma actitud, sin prisa, con una tranquilidad abrumadora en medio del caos, aún en medio de preguntas quisquillosas y de evidencias que señalaban los errores, los espectadores se aferraron y siguieron creyendo casi religiosamente que sus intenciones eran buenas. De hecho, al estilo del flautista de Hamelín, millones de mexicanos, salieron a votar por la continuidad, como manipulados por una melodía que adormeció su conciencia sin cuestionar y sin saber por dónde los llevará.La estrategia mediática fue tan funcional, que salieron a defender y cualquier comentario contrario. Lo cierto es que aún hay millones que se aferran y siguen seducidos por él.Hoy, la presidenta Sheinbaum decidió seguir los pasos de las mañaneras como herramienta clave de comunicación, sin embargo, el estilo es completamente diferente y en sus primeros días, se nota un enfoque más estructurado y menos confrontativo que su antecesor.Por supuesto que Claudia aprendió de los errores (que fueron muchos), pero la gran pregunta es si ese método será suficiente para sostener el interés público durante todo su gobierno, que el ejercicio no se vuelva rutinario o pierda impacto. La sobreexposición diaria podría desgastar su imagen pública (como ocurrió con AMLO). Su capacidad de innovación, interacción e improvisación también estarán en juego.(Con la colaboración de Abril Barajas Perales para este artículo)
Las mañaneras de Sheinbaum | Artículo de David Ordaz
Tiempo de Lectura: 2 Minutos
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