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Las próximas elecciones presidenciales de Estados Unidos son, sin duda, uno de los hitos políticos y económicos más importantes de los últimos tiempos. Uno puede sospechar que políticos, periodistas y analistas de medio mundo consultan estas semanas los agregadores de encuestas o las predicciones de resultados en Pensilvania con la misma frecuencia que un adolescente su cuenta de TikTok. Existe mucha incertidumbre sobre los resultados y acerca de las políticas económicas del eventual ganador. Pero, gane quien gane, es probable que las medidas migratorias, comerciales y fiscales sigan teniendo protagonismo, tanto o más que durante los gobiernos anteriores. De este modo, las presiones sobre la inflación presumiblemente continuarán siendo fuertes, lo que empujará a la Reserva Federal a mantener los tipos de interés en niveles relativamente elevados.Aun así, y aunque el contenido de los programas electorales pueda estar luego alejado de las iniciativas reales, no deberíamos esperar que la economía se comporte igual con Donald Trump que con Kamala Harris. El diablo está en los detalles, o en la magnitud de las medidas anunciadas a partir de noviembre, que dependerán, entre otras cosas, del apoyo que el próximo presidente tenga en el Congreso. Todo indica que los controles migratorios y las medidas proteccionistas (dos choques de oferta negativos, que restringen la actividad y aumentan la inflación), así como los estímulos fiscales (un choque de demanda positivo, que aumenta tanto actividad como inflación), serían de mayor envergadura (y ejercerían más presión sobre la inflación) con Trump que con Harris. Asimismo, en el caso de la política fiscal, también la composición del estímulo, y no sólo su magnitud, puede marcar diferencias.Otra variable con un importante impacto en los precios que se puede ver afectada de manera distinta es el precio del petróleo. Una postura más firme ante Irán y Venezuela, por ejemplo, podría presionar al alza los precios del crudo.Por otro lado, el progreso en resolver los conflictos geopolíticos, o medidas de estímulo al sector productor en Estados Unidos, podrían tener un efecto bajista. No obstante, es difícil pensar que una eventual caída de los precios energéticos compense los efectos alcistas sobre la inflación ya comentados.Pese a las preocupantes críticas del candidato republicano a la independencia de la Reserva Federal, la institucionalidad y la disciplina de mercado deberían impedir rupturas en la conducción de la política monetaria. Así que, ante un entorno de mayores presiones sobre los precios, probablemente los tipos de interés se mantengan elevados, lo que en principio facilitaría una apreciación del dólar, todo lo contrario de lo que busca Trump. La racionalidad económica no entiende de caprichos políticos.Enestor Dos Santos y Miguel Jiménez González-Anleo, BBVA Research.

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