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EL PAÍS ofrece en abierto la sección América Futura por su aporte informativo diario y global sobre desarrollo sostenible. Si quieres apoyar nuestro periodismo, suscríbete aquí.A principios de año, la empresa Atlas Renewable cerró un acuerdo con la minera estatal chilena Codelco para suministrarle 375 gigavatios-hora (GWh) anuales de energía, limpia y sin interrupciones, a través de la generación de una inmensa planta solar y un sistema de almacenamiento en baterías, que le permitirá a la cuprífera acercarse a su meta: asegurarse un suministro de 85% de energía renovable hacia finales de 2026.“Es un parque solar muy grande que, básicamente, está sobredimensionado para que entregue energía durante todo el día”, explica Carlos Barrera, CEO de Atlas, una compañía de renovables enfocada en instalaciones industriales, principalmente en Latinoamérica. “Pero, parte de la energía que genera se almacena en baterías y se descarga después de las horas solares. Así, ofrecemos al cliente una solución 24/7, que para energía solar, generalmente nunca pasa”. “Es una solución creativa”, explica el fundador venezolano, desde su oficina central en Miami.También es un ejemplo de cómo el almacenamiento de energía limpia está creciendo en Latinoamérica, con la instalación de baterías de gran tamaño –por lo general de iones de litio, similares a las de los smartphones o los autos– para aprovechar mejor los picos de alta disponibilidad de cargas eólicas o solares, como las que abundan en el desierto chileno, con el fin de ahorrar en las facturas, ante una caída histórica de los precios de las baterías y el bajo costo de operar generadores alternativos, en contraste con los costos de las tarifas eléctricas que aumentan y aumentan por una mayor demanda.Y si bien esta disponibilidad es positiva para avanzar en la tan necesaria transición energética, especialmente en industrias con una huella negativa muy profunda para el cambio climático, los expertos en sustentabilidad consideran que se encuentra en una encrucijada: el litio está en pocas manos, su proceso de extracción es erosivo y sus baterías tienen una vida útil corta.“Estamos siempre buscando formas de mejorar la situación global de cambio climático, y para eso, debemos atacar uno de los problemas principales que es el CO2 (dióxido de carbono). Cada vez que nos involucramos en la compra de equipos buscamos entender muy bien a las empresas con la cual hacemos negocios, asegurar que sean empresas con principios responsables y que sean productos que reciclables”, agrega Barrera, quien también supervisa otros proyectos de envergadura en Brasil, Uruguay, Colombia y México y España, donde planea una expansión, una muestra del alza de la demanda en este sector. La empresa espera tener su instalación “BESS (Battery Energy Storage System) del Desierto” funcionando en Antofagasta en 2025.El proyecto de almacenamiento de energía en baterías BESS, en la región de Antofagasta, Chile.BESSBeneficio económico de la energía limpiaSe espera que el 2024 cierre con un precio promedio por paquete de baterías de iones de litio (compuesto por ánodos, cátodos y otros componentes) cercano a los 78 dólares por kilovatio-hora (kWh), lo que representa una pronunciada caída de 73% desde el 2014, motivada por un exceso de oferta en el mercado dominado por productores chinos, que han acelerado su despacho para servir al creciente mercado de los autos eléctricos.Rocío Castañeda, especialista mexicana en planeación energética sustentable y descarbonización del sector eléctrico, explica que Chile está jugando un papel muy interesante en este desarrollo de almacenamiento en Latinoamérica, ya que el país tiene una posición favorecedora por su alta producción de litio. “Pero después, creo que debemos ver a Brasil, que más bien va como con la idea de no usar baterías, porque ese es un sesgo muy importante”, añade. “Últimamente, se habla únicamente de baterías y en realidad existen muchos tipos de almacenamiento de energía”, agrega la docente universitaria.Brasil está optando por instalar sistemas de almacenamiento de rebombeo: se construye un tanque de agua en la parte superior de una colina y otro en la parte inferior y se deja caer el líquido para que active turbinas hidráulicas, con las que se genera energía eléctrica. Y cuando hay exceso de energía, se revierte el proceso haciendo que el agua ascienda. Estas plantas pueden tener 50 años a 60 años de vida, en contraste una batería de ion de litio puede durar hasta 20 años.En general, la transición a energía limpia se presenta como una opción para electrificar y generar calor en parques industriales a través del autoabasto, lo que ofrece flexibilidad operativa y reducción de costos productivos. “Estos proyectos sí suelen tener una inversión alta al inicio, pero después los costos operativos son mínimos, y si los combinas con almacenamiento puedes maximizar la eficiencia y eso también te trae una ventaja económica. No podemos olvidarnos de la volatilidad de los precios del gas natural o de los combustibles fósiles, que están muy anclados a situaciones a nivel internacional”, agrega.Además, las tarifas eléctricas cada vez más elevadas están pesando en las decisiones de las empresas. Por ejemplo, la Comisión Federal de Electricidad (CFE) en México cobra tarifas diferenciadas, según la entidad y la demanda por hora, lo que genera que en áreas como Baja California el horario punta más costoso sea de diez horas al día durante el sofocante verano. “Hay zonas, como las penínsulas, de Baja California o de Yucatán, en donde las tarifas son altísimas, muy altas. Estas son especialmente interesantes para hacer este tipo de integración tecnológica”, agrega.Una conversación que evolucionaDe vuelta a Chile, Carlos Suazo-Martínez, fundador y director general de SPEC Energy, una consultora que ayuda a gobiernos y empresas a navegar su viraje hacia energías verdes, coincide en que la clave para este boom de sistemas de almacenamiento basados en baterías se ha dado en gran parte por un factor financiero. “Es una mezcla entre cumplir objetivos medioambientales, pero también contar con una energía que sea lo más económica posible. Y, al menos, en el caso chileno, las señales que está mostrando el mercado es que eso se logra a través de esta combinación de sol + batería”, detalla.Mirando hacia el futuro, Chile ahora está trabajando en clarificar las reglas asociadas al almacenamiento, para determinar cómo se va a programar la administración e integración de estos sistemas a las redes por parte de los operadores independientes. Esto permitirá que una planta fotovoltaica que opera a precios muy bajos, y por ende recibe retornos bajos por el servicio que presta, pueda reinyectar esa energía en la noche, para capturar precios de mercado más altos.Pero el país lleva la delantera en la región y los especialistas coinciden en que esta conversación –que no tiene ni dos décadas– todavía es compleja y requerirá de mucha investigación y adecuación a los contextos nacionales, cada uno tan particular. “¿Cómo ponerle una calificación a Latinoamérica en transición energética? Es difícil, porque la realidad de todos los países es muy distinta, y quizás la razón no va por el hecho de que no quieran integrar más energías renovables, sino más por cuestiones económicas, contexto geopolítico, prioridades de la administración pública y la regulación. Sin duda, hay mucho de regulación”, concluye el consultor.

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