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Apenas dos días después de que Donald Trump esquivara las balas de una segunda intentona magnicida, a mediados del pasado septiembre, un grupo de diseñadores y marcas se juntaba en un almacén de Long Island para escenificar The America First Patriotic Designer Showcase. Orquestada por la activista política Cindy Grosz en calidad de directora creativa, la primera pasarela de diseñadores patrióticos —también conocida como The MAGA Show— fue la respuesta republicana a la iniciativa provoto Fashion For Our Future impulsada por el Consejo de Diseñadores de Moda de América (CFDA) y las fuerzas vivas del grupo editorial Condé Nast que había marchado en desfile/manifestación Manhattan adelante días atrás. Una campaña que insta al electorado del país a registrarse para participar en las elecciones de noviembre y, en principio, no partidista, aunque de evidente simpatía demócrata, según constataban la presencia de Jill Biden y las prendas lucidas por algunos participantes, como la bufanda creada por Thom Browne en apoyo de la fórmula Kamala Harris-Tim Walz lucida por Anna Wintour. “Parece que existe un interés especial en decir que los republicanos no somos ni creativos ni artísticos”, se quejaba Grosz, otrora aspirante a congresista por el estado de Nueva York, que asegura que la pasarela oficial de su país es cada vez más “políticamente hostil” para los diseñadores que no comulgan con la que parece ser su ideología dominante.En el centro, Anna Wintour con la bufanda diseñada por Thom Browne. De arriba abajo y de izda. a dcha., Jill Biden con botas “VOTE” de Stuart Weitzman; Rose McGowan desfila para Vivienne Westwood o-i 2019-2020; ‘look’ de p-v 2025 de Willy Chavarria; vestido de Agatha Ruiz de la Prada o-i 2018-2019; Joy Villa con eslóganes a favor de Trump; Vivienne Westwood y la abogada Shami Chakrabarti en 2005; el desfile de Versace de o-i 2017-2018, Katharine Hamnett en 2019 con el mensaje “La moda odia el Brexit” y Joy Villa con otro diseño pro-Trump.Ilustración: Mar Moseguí con fotos DE WILLY CHAVARRIA / GETTY IMAGES / CORDON PRESSA estas alturas del discurso, insistir en que la moda es política no debería ser necesario. Cómo no va a serlo, si se trata de una manifestación sociocultural que influye y hasta moldea nuestras relaciones en sociedad, motor de progreso y agente de cambio social. Otra cosa son sus expresiones partidistas, su posición ideológica, que en un contexto hiperpolarizado como el actual adquiere una relevancia inusitada. Cuál es el voto de la moda resulta hoy un tema de interés porque tiene muchas papeletas cuestionarla como entidad. Un sistema de naturaleza conservadora, en tanto que económico, y de concepción clasista, eminentemente antidemocrática (la presunta democratización recacareada desde hace un par de décadas es una falacia, una trampa enmascarada en el consumo de masas), de repente devenido faro de progresía. Que el sector se haya convertido en abanderado de las que se entienden causas justas, liderando las cruzadas de la diversidad, la inclusión, la sostenibilidad y los derechos de las minorías, ese despertar de las mentes que desde la bancada a la derecha se desprecia como pensamiento woke, obedece a razones generacionales, y aquello de que cuando la conciencia entra por la puerta, el dinero sale por la ventana ya no cuela. O ha cambiado de dirección.Lo que no les pasó a Tom Ford o Michael Kors cuando decidieron vestir a Melania Trump en su tiempo como primera dama, una postura que entonces dividió al negocio del vestir también en Europa, le ha ocurrido por ejemplo a André Soriano, creador filipino afincado en Los Ángeles condenado al ostracismo por sacar sus colores en los vestidos que idea para que la cantante Joy Villa haga proselitismo trumpista cada vez que toca gala de los Grammy. O a Elie Balleh, veterano diseñador neoyorquino que en marzo lamentaba que su alineamiento ideológico con Trump le haya costado la pérdida de puntos de venta. Mientras, los grandes almacenes de lujo no tienen reparos en dar cobijo a la colección Designers For Democracy, proyecto colectivo de 16 diseñadores, entre ellos Aurora James, Gabriela Hearst, Vera Wang, Thom Browne, Willy Chavarria o Prabal Gurung, para recaudar fondos para la campaña Harris-Walz. No hay noticias de que sus negocios se hayan resentido por eso.El caso estadounidense puede resultar proverbial, pero a este lado del mundo, por lo general más discreto en posicionamientos políticos, ya no es tan raro saber las intenciones de voto de no pocos diseñadores. Donatella Versace no ha tenido reparos en contar que ella, como la Carrà, siempre vota rosso (no así su hermano Santo, que es de derechas), al igual que Maria Grazia Chiuri, en tanto que Giorgio Armani no ha tenido reparo en decir lo bien que luce sus trajes Georgia Meloni. En su día, Vivienne Westwood instó a votar a los verdes británicos, y en los pasados comicios franceses Jacquemus hizo su propio llamamiento para frenar el avance de la extrema derecha de Marine Le Pen.

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