Llevo más de una semana imaginando el día en que esté parada frente a miles, quizás millones, de personas, en algún foro internacional sobre la crisis climática. Tal vez sea en la Semana del Clima de Nueva York o en alguna cumbre similar, pero lo cierto es que cada vez que cierro los ojos, visualizo ese momento como si fuera una realidad mientras preparo este artículo para que ti y Mateo mi hijo de 12, no puedo evitar pensar en qué palabras usaría, cómo abordaría la magnitud de la crisis que enfrentamos, y, sobre todo, cómo honrar a aquellos que ya no están aquí para decir lo que una vez lucharon por comunicar. Hoy, esas voces no solo merecen ser escuchadas, sino que deben ser amplificadas con más fuerza que nunca. La crisis climática no es una amenaza futura. Está aquí, ahora, afectando nuestras vidas de maneras que jamás imaginamos.Mi país, Perú, ha sido testigo de cambios radicales. Este año ha sido el más caluroso registrado en la historia, con temperaturas que en algunos lugares han alcanzado los 34,8 grados. La Amazonía, ese inmenso pulmón verde que compartimos con nuestros vecinos sudamericanos, está en llamas. Incendios forestales devastan Brasil, Bolivia, y también Perú. Al mismo tiempo, regiones que dependen de los ríos para su supervivencia, como Iquitos en la Amazonía peruana, están viviendo su peor sequía registrada. Las comunidades que dependen del agua no solo para moverse, sino para comer, están aisladas y desesperadas. La naturaleza no está simplemente lanzando una advertencia; está gritando con todas sus fuerzas. Y sin embargo, mientras el clima se vuelve cada vez más impredecible y hostil, hay quienes continúan en la primera línea de defensa. En 2023, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), 126 defensores ambientales fueron asesinados en América Latina, una región donde proteger la tierra a menudo significa arriesgar la vida. Colombia encabeza esta lista, seguido de Brasil, México, Perú. Detrás de cada uno de esos casos, hay vidas que fueron brutalmente truncadas por tener el coraje de levantar la voz contra la destrucción.Quinto Inuma Uno de esos nombres que resuena en mi mente es el de Quinto Inuma Alvarado, un defensor ambiental de Perú. Quinto luchó incansablemente por proteger su territorio y su comunidad, enfrentándose a intereses que buscaban destruir el equilibrio natural que él había jurado preservar. Su lucha era más que un simple acto de resistencia; era un llamado a recordar que la tierra es un ser vivo, que respira y siente, y que, sin ella, nosotros mismos no somos nada.En México, la historia de Mariano Abarca es un ejemplo de la extrema violencia que enfrentan quienes se oponen a la extracción destructiva de recursos naturales. Mariano fue asesinado por oponerse a una mina que estaba devastando su comunidad en Chiapas. La Corte Interamericana de Derechos Humanos emitió una sentencia que responsabiliza al Estado mexicano por no haber protegido su vida, recordando que los Estados tienen el deber ineludible de salvaguardar a sus defensores ambientales. Es un recordatorio doloroso de que, en demasiados lugares, defender la naturaleza es una sentencia de muerte.La Corte Interamericana de Derechos Humanos, en múltiples sentencias, ha subrayado la importancia de garantizar que los Estados protejan a quienes defienden los derechos humanos y el medio ambiente. No es solo una obligación moral; es un mandato legal. La Resolución A/HRC/25/18 del Consejo de Derechos Humanos es clara: insta a todos los Estados a crear marcos legales y mecanismos de protección eficaces para garantizar que estos defensores puedan realizar su labor sin miedo, sin amenazas, sin violencia. Sin embargo, mientras la normativa avanza en papel, la realidad sigue siendo otra.Mariano AbarcaLos ecosistemas, al igual que las culturas indígenas que dependen de ellos, están al borde del colapso. En Perú, muchas de nuestras comunidades amazónicas viven de lo que el río y la selva les ofrecen. Sin ellos, no hay vida. Este año, en la Amazonía, la sequía ha dejado varadas a decenas de poblaciones que dependen del transporte fluvial para llevar alimentos, medicinas y otros bienes esenciales. Las enfermedades, el hambre y la desesperación se extienden a medida que el río, que alguna vez fue generoso y abundante, se seca frente a sus ojos. ¿Qué ocurrirá cuando esas comunidades ya no puedan sostenerse? ¿Serán desplazadas? ¿Veremos el fin de culturas enteras que han existido durante milenios?Es inevitable que me pregunte, en medio de toda esta devastación, ¿cómo llegamos hasta aquí? ¿En qué momento dejamos de vernos a los ojos como seres humanos y comenzamos a priorizar la explotación de los recursos naturales por encima de la vida misma? Hace solo unas décadas, nuestros ancestros vivían en equilibrio con la tierra. Sabían cómo escucharla, cómo honrarla. Hoy, pareciera que hemos olvidado esas lecciones. En lugar de trabajar la tierra con respeto, la hemos bombardeado con químicos. En lugar de valorar la naturaleza como nuestra mayor aliada, la hemos tratado como un recurso infinito, explotándola hasta llevarla al borde de la extinción. Pero no todo está perdido. Hoy, en la Semana del Clima en Nueva York, miles de activistas, científicos, innovadores se han reunido para compartir soluciones, para hablarnos de un futuro donde la esperanza aún existe. Se ha hablado de tecnologías limpias, de la transición hacia energías renovables, de la importancia de dejar atrás los combustibles fósiles. Sin embargo, mientras celebramos estos avances, no podemos olvidar que el futuro que buscamos no será posible si no honramos, protegemos y aprendemos de aquellos que ya no están aquí, como Quinto Inuma Alvarado, Mariano Abarca y muchos otros. Si tan solo en la “Lista del Clima 100” tuviera una sección solo para los defensores ambientales y sean recordados como los héroes que son.Imaginen que sus nombres sean grabados en la historia, no solo como víctimas, sino como líderes que dieron su vida por el planeta. Si algo tengo claro, es que, si alguna vez llego a ese escenario frente a millones de personas, hablaré de ellos, como guías que nos mostraron el camino hacia un futuro más justo, más sostenible, más humano. Hoy, sus luchas son nuestras luchas. Sus sacrificios no deben ser en vano, porque, al final del día, la verdadera resiliencia no viene de las grandes tecnologías ni de las soluciones innovadoras, sino del profundo respeto por la tierra y por quienes la defienden. Gracias por leerme.
Defensores del Clima | Artículo de Ross Barrantes
Tiempo de Lectura: 4 Minutos
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